A su llegada, los musulmanes supieron aprovechar las bondades de la región, construyendo una ciudad que supo perdurar a lo largo de casi ocho siglos, y que aún a día de hoy, nos sigue dando pistas de la grandeza que llegó a alcanzar.
La medina fue una ciudad compleja, con numerosos elementos que la componían, y que hacían posible su funcionamiento. Un trazado de calles laberíntico, que quedaba rodeado por una prominente muralla, dos fortalezas perfectamente defendidas, industrias y mercados, mezquitas, baños y hasta un sistema de alcantarillado propio de nuestros días. Así se erigía la ciudad de Málaga en una de sus épocas de mayor esplendor.