RECINTO MILITAR CRISTIANO

Con la unión de Málaga al Reino de Castilla, los Reyes Católicos designan un escudo a la ciudad. En él, aparece representado el Monte de Gibralfaro coronado en sus dos cimas por la Alcazaba y el Castillo. Quedan unidos por la Coracha. Desde ese momento, comienza el uso de la Alcazaba como recinto militar cristiano.

El ejército se instala en su interior, nombrando un alcaide responsable de la guardia, defensa y conservación del espacio. Este se establecería en la zona palaciega. El alcaide era considerado asimismo gobernador y corregidor de la ciudad. Por este motivo, la alcazaba se convirtió también en sede del gobierno local. Garci Fernández Manrique estaría desde ese momento al frente de la alcaidía, y su familia sería quien, tras él, continúe ligada al puesto.

«Con la llegada de las tropas cristianas a la medina, la alcazaba no solo se convierte en un emblema de la misma, si no que además continúa conservando su función militar.»

Por otra parte, tras la conquista de Málaga, los Reyes Católicos marchan para continuar con la toma de Granada (1492). Tras esta, se dispondrían a ocupar Melilla (1497). Esto convierte a la ciudad malagueña en punto de partida y avituallamiento de las tropas. Por eso, los soldados son alojados tanto en la alcazaba como en las propias casas de la población.

A principios del siglo XVI, y aunque la fortificación no se encuentra muy dañada, comienzan las primeras modificaciones. Tratan de adaptarla a las necesidades de sus nuevos moradores. Hecho que es respaldado por los propios Reyes Católicos, que preocupándose por el estado y mantenimiento del recinto, destinan en varias ocasiones dinero para este fin.

«Gracias al alcaide, la Alcazaba se conservó en un buen estado, pues recibía continuos trabajos de rehabilitación de sus muros.»

De mediados y finales de este mismo siglo se conserva poca información acerca del estado de la fortificación. Apenas se sabe de la existencia de varias peticiones del alcaide a la corona para la dotación de armamento. También a la reparación del recinto.

Ya en 1539, durante el reinado de Carlos V (Carlos I de España), se expresa en unos documentos la fragilidad que sufren las torres agrietadas por el peso de las enormes piezas de artillería que se instalaron, y que son sustituidas meses después por unas más pequeñas.

En el año 1590, se traslada a la alcazaba el almacén de pólvora y armamento de la ciudad. Hecho que ocurrió tras varios intentos fallidos del alcaide por evitarlo. Él sabía que esto conllevaría un gran deterioro para el monumento. Sin embargo, se termina instalando la pólvora en la Torre de los Abencerrajes, y el armamento en la del Homenaje.

«A lo largo de este siglo serían frecuentes también las reparaciones en los aposentos del alcaide, en la zona del palacio.»

El siglo XVII se caracteriza en Málaga por las continuas incursiones de piratas turcos y bereberes. También por los conflictos bélicos que enfrentaban ante sus costas a las tropas españolas con diversos enemigos.

En cuanto a la alcazaba, esta comienza este periodo en un buen estado de conservación. Debido sobre todo a las continuas labores de rehabilitación dirigidas por el alcaide.

Tal era el estado de la misma, que en 1625 la zona de los Cuartos de Granada sirve de hospedaje al rey Felipe IV en su visita a la ciudad. Y es que no podemos pasar por alto que la alcazaba aún pertenecía a la corona.

Otro momento a destacar de esta época fue el terremoto que tuvo lugar en 1680. En él, se vieron afectadas las murallas e incluso la estructura de la edificación.

Sin embargo, uno de los peores hechos para el monumento fue el bombardeo del ejército francés a la ciudad en 1693. Fue en la conocida como Guerra de los Nueve Años, que terminó dañando el estado de la fortaleza.

«Pese a los esfuerzos del alcaide por mantener la fortaleza en buenas condiciones, finalmente el paso del tiempo y los diferentes conflictos comienzan a deteriorar la estructura.»

En el año 1700, el alcaide traslada su vivienda a la zona baja del recinto. También lo hacen los oficiales, que se asentarían en la zona cercana a la Puerta de las Columnas. Es precisamente en este lugar donde se hospedaría el alcaide. Además, se construyen nuevas habitaciones de varias plantas en este área, destinadas a la administración militar.

De este modo, el recinto superior, ya deshabitado, comienza rápido su deterioro. Desde entonces, la alcazaba va perdiendo su función militar de manera progresiva. Hecho que queda reflejado en el traslado de 1200 gitanas y sus hijos al recinto por orden real de Fernando VI. Estos habitarían la fortaleza durante dos años. El hecho en cuestión provocó que, por seguridad, el polvorín se trasladase a otro edificio de la ciudad.

En 1755 el terremoto de Lisboa provoca la destrucción parcial de muchos lienzos de murallas. Y, aunque no se tengan certezas, probablemente también se vieran afectadas otras zonas del edificio.

«Desde esta fecha, la alcazaba queda sumida en el abandono, pues todos los esfuerzos se centran en conservar el Castillo de Gibralfaro, que continúa manteniendo su función militar.»

Este estado de abandono, provoca que familias de muy bajo poder adquisitivo comiencen a construir sus casas en el interior. Lo que provocó que se comenzaran a usar los restos de la fortaleza con este fin.

Es a finales de este siglo, en el reinado de Carlos III, cuando la alcazaba es desmilitarizada de forma oficial.

Además del lamentable estado en el que se encontraba el recinto por aquel entonces, hay que añadir que el avance en las técnicas de ingeniería militar promovidas por el monarca hacían imposible la adaptación de la alcazaba para el uso de estos nuevos métodos.

«En 1786, por real orden, la titularidad del monumento se termina entregando al Ayuntamiento de Málaga, aunque esta no se hará efectiva hasta 1843.»

En el año 1788 se derriban parte de las murallas bajas de la alcazaba para ganar espacio para construir la nueva aduana.

Termina de esta forma el periodo en el que la fortaleza se utilizó como recinto puramente militar, para convertirse en un lugar en decadencia, habitado por familias humildes que acabaron deteriorando el monumento de forma paulatina.

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